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Lic. Melisa Etchebehere – Lic .Isabel Gómez Echeverry

Agradecemos a la Dra. Lina Restrepo Docente de la Universidad del Valle la invitación a participar del proyecto: CUANDO EL MUNDO PARO

El miedo es una emoción que sirve para prepararnos y protegernos frente al peligro o aquello que sentimos como una amenaza. Sirve para nuestra supervivencia; pero muchas veces, esta emoción funcional, puede hacernos sufrir si aparece activada excesivamente o en momentos inadecuados.

La ansiedad surge ante situaciones ambiguas, de resultado incierto, donde anticipamos que puede haber un resultado negativo para nuestros intereses. La pandemia está generando mucho sufrimiento en aquellas personas que tiene una vulnerabilidad ansiosa.

Logran activar preguntas de tipo “Y si…” que reflejan cuestiones inciertas. Por ejemplo, “¿y si me contagio?”, “¿y si algún ser querido muere?”, “¿y si me despiden de mi trabajo?”, “¿y si no tengo con qué comer?”, éstos son algunos de los interrogantes que solemos escuchar en la clínica, y que se refieren siempre a amenazas futuras.

Dugas et al (2007) sostiene que la incertidumbre pareciera ser una condición necesaria para la ansiedad de cualquier tipo. El modelo que formula postula cuatro procesos cognitivos: la intolerancia a la incertidumbre, la tendencia a sobreestimar la importancia de la preocupación, la orientación ineficaz frente a los problemas y la evitación cognitiva.

La incertidumbre se refiere a lo incierto, desconocido o poco claro, es acerca de no estar seguro sobre algo. La intolerancia a la incertidumbre implica la incapacidad de soportar lo incierto.

En la actualidad, las personas enfrentan el desafío de no tener la certeza de ¿cuándo se levanta finalmente la cuarentena?, ¿qué gremios permiten volver a trabajar?, ¿qué medidas surgen para el área recreativa y social?; ¿cuándo sale la vacuna o un tratamiento eficaz?

Las personas con ansiedad tienden a la sobreestimar la importancia de preocuparse, porque consideran que al preocuparse reducen la probabilidad de que ocurran eventos negativos futuros.

Los pacientes suelen preocuparse por todas aquellas posibles catástrofes que traiga el

coronavirus, al hacerlo creen erróneamente, que se protegen de que sucedan aquellas probabilidades negativas. Aparece una fusión pensamiento-acción, por ejemplo, “si me preocupo por contagiarme, es muy probable que no lo haga”. Por eso dedican tanto tiempo a preocuparse. Hay que recordar que: preocuparse no es ocuparse.

Este estilo cognitivo, donde el paciente cree que con sólo preocuparse resuelve el problema, es lo que Dugas et al (2007) menciona como orientación ineficaz frente a los problemas.

Una estrategia es entrenarse en habilidades de solución de problemas, para ello: primero, se formula específicamente el problema, se proponen metas claras y realistas. Luego se realiza una lluvia de ideas, para posteriormente ponerlas a prueba. Se toma una decisión, sin buscar una solución perfecta. Se elabora un plan de acción; y finalmente, se aplica la solución y se comprueba su utilidad.

La evitación cognitiva consiste en alejarse del contenido amenazante, mientras que la rumiación implica darle relevancia al contenido, con una necesidad de comprender lo sucedido de manera constante. La emoción con la que se asocian ambos constructos también es distinta, pues la preocupación se caracteriza por la ansiedad, y la rumiación, por la depresión (McLaughlin et al., 2007).

Tanto la preocupación como la rumiación interfieren en la resolución de problemas y en el procesamiento de emociones (Sibrava y Borkovec, 2006).

Para concluir, la meta no es eliminar la incertidumbre, ni controlarla, sino reconocerla, aceptarla. Desarrollar estrategias de afrontamiento ante situaciones inciertas o ambiguas como la que estamos viviendo.

¿Y ahora nos preguntamos, qué hacer con la incertidumbre?

Habilidades para el manejo de la ansiedad en la cuarentena:

  • Estrategias que nos permiten trabajar mente y cuerpo: Mindfulness, yoga, técnicas de respiración y relajación.
  • Mindfulfuness y Ecuanimidad – Trabajar el concepto de cambio -: Es importante comprender que nada es permanente: “todo fluye, todo se modifica, todo cambia”. Cuando estamos muy ansiosos y abocados al futuro podemos tener respuestas extremas y poco adaptadas a la realidad. Por eso es necesario trabajar en la atención presente, aceptando que estamos en permanente cambio. Es necesario realizar modificaciones en nuestra rutina diaria que incluyan las necesidades presentes que van surgiendo (aceptando la realidad sin querer cambiarla). Sugerimos la meditación de la montaña que ayuda a ejercitar la habilidad que en mindfulness se llama ecuanimidad. En este tiempo particular es importante reinventarse y ser creativo.
  • Intentar no tomar decisiones en el momento en los que se encuentren muy ansiosos: Por ejemplo, frente a las preocupaciones económicas, “¿y si me empresa no se recupera?, ¿y si me despiden del trabajo?”, debemos intentar detenernos, y no tomar decisiones apresuradas movidos por la amenaza. Muchas veces, en el afán de escapar, tendemos a encontrar soluciones rápidas a aquello que nos perturba que no son las adecuadas. Debemos frenar, y buscar una respuesta objetiva. Y si se considera necesario, buscar una orientación de un tercero conocedor del tema. Esto nos permite obtener una respuesta coherente.
  • Mindfulness y compasión – Habilidadad de compasión y confianza-: la autocompasión es darse amor a uno mismo siendo conscientes de nuestros sufrimientos sin luchar contra él. Ser bondadoso y amable con nuestro propio ser, aceptándonos como somos, acallando esa voz crítica que nos reprende constantemente. Podemos cultivar la compasión haciéndose las siguientes preguntas: ¿cómo le hablaría a un amigo querido que tuviera un problema similar?,

¿le diría cosas duras?; si no se las diría: ¿por qué no?. Pregúntese si está dispuesto a hablarse a sí mismo de esa manera compasiva.

  • Ejercicio físico, lúdico y recreativo: realizar ejercicio físico nos ayuda a regular las emociones, mejora la calidad del sueño, nos da sensación de fortaleza, seguridad, control de nosotros mismos y del medio. Para sentirse mejor podemos seguir clases virtuales (con ejercicios aeróbico o yoga), realizar actividad artística (por ejemplo, manualidades: tejido, pintura, dibujo entre otras), trabajar los hobbies: idiomas, armar rompecabezas, bailar, cantar.
  • Habilidades sociales: continuar reuniéndonos con nuestros afectos utilizando los medios virtuales.
  • Importancia de la relación con la naturaleza: aquellos que tienen la posibilidad de estar en contacto con una zona verde, dedicar tiempo para disfrutarlo. Otra posibilidad es ver documentales de animales, y escuchar música (con sonido de la naturaleza) que calme y que evoque sensaciones de tranquilidad.

Autores:

Lic. Isabel Gómez Echeverry

Psicóloga Pontificia Universidad Javeriana

Especialista en Terapia Cognitiva Buenos Aires – Argentina, Master en Terapia Cognitiva Buenos Aires – Argentina

Lugar de desempeño: Consultorio particular Centro Psique Terapia Cognitiva. www.psiqueterapia.com.ar

Atención para obras sociales en el Centro Api Salud Mental.

Lic. Melisa Etchebehere

Psicóloga Universidad de Buenos Aires – Argentina Especialista en Terapia Cognitiva Universidad de Buenos Aires – Argentina

Lugar de desempeño: Consultorio particular Centro Psique Terapia Cognitiva

www.psiqueterapia.com.ar

Referencias

Dugas, M.J. y Robichaud, M. (2007). Cognitive- behavioral treatment for generalized anxiety disorder. Nueva York: Routledge.

Hollis-Walker, L. y Colosimo, K. (2011). Mindfulness, self-compassion, and hapiness in non-meditators: A theoretical and empirical examination. Personality and Individual differences, 50, 222-227.

Kabat-Zinn, J. La práctica de la atención plena. Barcelona: Kairós, 2005.

Kabat-Zinn, J.; Williams, M. G.; Mindfulness. Su origen, significado y aplicaciones. Barcelona: Kairós, 2017

McLaughlin, K. A., Borkovec, T. D., & Sibrava, N. J. (2007). The effects of worry and rumination on affect states and cognitive activity. Behavior Therapy, 38(1), 23- 38. DOI: https://doi.org/10.1016/j.beth.2006.03.

Sibrava, N., y Borkovec, T. D. (2006). Worry and Cognitive Avoidance. En G. Davey y A. Wells (Eds.) Worry and Psychological Disorders: Theory, Assessment, and Treatment, 239-258. West Sussex, UK: Wiley & Sons.

El miedo es una emoción que sirve para prepararnos y protegernos frente al peligro o aquello que sentimos como una amenaza. Sirve para nuestra supervivencia; pero muchas veces, esta emoción funcional, puede hacernos sufrir si aparece activada excesivamente o en momentos inadecuados. La ansiedad surge ante situaciones ambiguas, de resultado incierto, donde anticipamos que puede… Leer más »

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https://www.siicsalud.com/dato/cosiic.php?pagina=2

Nos referimos al resumen “Cultivando la resiliencia deliberada durante la pandemia de la enfermedad por coronavirus 2019”, realizado sobre la base del artículo publicado por la revista Jama Pediatrics, el 14 de abril de 2020 cuya autora es la Dra. Abby R. Rosenberg. La autora plantea “la enfermedad coronavirus 2019 (COVID-19) está afectando el cuidado de la salud de nuestra comunidad, de una manera sin precedentes”. Preguntándose: ¿qué significa esta pandemia para nuestra resiliencia profesional? En el trabajo se fundamenta la importancia de la resiliencia en el ámbito de la salud, siendo una problemática actual de interés mundial que atañe fundamentalmente a los profesionales y organizaciones quienes se encargan de los pacientes en la pandemia. La autora identifica los recursos de resiliencia individuales, comunitarios y existenciales de cada profesional, para aprovecharlos en post de su beneficio individual y comunitario. Formula una descripción del concepto de resiliencia, intentando resaltar su implicancia en los momentos críticos y su significado en la era del COVID-19.

Es esclarecedor el modo en que explica y ejemplifica los diferentes recursos que conforman la resiliencia. Por otro lado, la importancia que tiene trabajarla, para que los profesionales, comprendan la función que tiene cultivar la resiliencia para su bienestar individualy comunitario.

Sería interesante al hablar de resiliencia, considerar el síndrome de fatiga por compasión o desgaste, propuesto por Joinson (1992). Este síndrome hace alusión al padecer que sufren los profesionales de la salud al enfrentarse a incidentes críticos, como guerras, pandemias, terremotos, etc. El término ha evolucionado a lo largo de estos años. En este contexto de pandemia, no podemos dejar de preguntarnos si ¿tienen los médicos las herramientas para prevenir este síndrome a lo largo de su formación?, ¿existe algún programa de intervención -o prevención- para asumir este síndrome en momentos de crisis? Según Lynch y Lobo (2012), la fatiga por compasión se define como: “el estado de agotamiento y disfunción biológica, psicológica y social, resultado de la exposición prologada al estrés por compasión y todo lo que ello evoca”.

El síndrome de fatiga por compasión puede llevarnos a tener :

Síntomas físicos: molestias estomacales, dificultades para dormir, trastornos alimentarios.

Síntomas emocionales: miedo, tristeza, enojo, sensación de impotencia, frustración, sentimientos de culpa, sentimiento de desesperanza.

Síntomas cognitivos: rumiación, necesidad de control, falta de concentración, dificultad para tomar decisiones

 Síntomas Conductuales: desorganización, insomnio, reducción de la competencia para establecer relaciones empáticas con los pacientes, rechazo para trabajar con determinados tipo de consultantes, aislamiento o evitación del contacto con los otros, bajo interés en el sexo, dificultad para separar el trabajo de su vida personal.

Respecto los síntomas cognitivos, un ejemplo de la rumiación es lo que plantean los profesionales de la salud: “es difícil evitar pensar en aquellos pacientes que evolucionaron mal, sin que vuelvan reiteradamente a nuestros pensamientos”. Otros de los síntomas cognitivos es la necesidad de control, la actividad asistencial es siempre cambiante, esta situación de falta de control y actuación sobre la marcha de su trabajo, está estrechamente vinculada con la experiencia de estrés (Mesa de la Torre et. Al., 2005).

Estos síntomas pueden conducir al deterioro en la relación con los pacientes y colegas, deshumanización de la práctica profesional, pérdida de bienestar psicológico y, en consecuencia, interferir en la calidad de la atención en salud (Klersy et al., 2007). En relación a las emociones, las personas que trabajan con pacientes de la pandemia, desarrollan un alto grado de contacto y sufrimiento con ellos, llegan a identificarse con sus estados emocionales de miedo, angustia, sentimientos de soledad e incertidumbre. Para ayudar mejor a los pacientes que se encuentran frente a un evento crítico, es necesario ser empáticos, sincronizar con ellos. Aparecen emociones como miedo, frustración, entre otras que suelen estar desreguladas. Dall’Occhio (2018) refiere que es importante hacer un trabajo de reconocimiento de las emociones en el cuerpo para lograr etiquetarlas, e intentar hacer ejercicios para regularlas mejor.

El personal médico realiza un esfuerzo por regular las emociones socialmente aceptadas dentro de este contexto. Muchas veces dejan en segundo plano sus propias emociones, o aquellas que generan el evento crítico, a fin de abocarse de lleno a la necesidad del otro. Greenberg et al, (2012) postula que no expresar auténticamente sus emociones, genera un gran esfuerzo y desgaste emocional.

Acinas (2012) plantea que: “los pacientes que trabajan con personas que sufren deben combatir no sólo el estrés o la insatisfacción normal por el trabajo, sino también los sentimientos y emociones personales, que les produce su trabajo con el sufrimiento”.
La contracara del desgaste que los profesionales sufren a nivel emocional, es la “satisfacción por compasión” y se refiere a la recompensa positiva por cuidar (Smart, et al., 2014).

Nos parece adecuada la propuesta de la autora de fortalecer la resiliencia con la práctica. Por tal motivo, sería importante incorporar programas de prevención para el “síndrome de desgaste por empatía”, otorgándole la relevancia que merece. Son muy pocos los estudios y programas realizados a la fecha.
El objetivo del programa ofrecido consiste en ayudarles a que encuentren un equilibrio entre su profesión y los recursos al llegar a casa.
Es importante humanizar y desmitificar el trabajo de los profesionales de la salud. Al estrés habitual, se le suma el estrés laboral, y el estrés por emergencia. Esto los hace más vulnerables. Basándonos en las necesidades que la autora propone, formulamos el siguiente programa para acrecentar la resiliencia:

– Psicoeducación: informar y capacitar sobre el síndrome -sintomatología, señales de alarma- y el modo de prevenirlo. Aportar herramientas emocionales para fortalecer y cuidarse frente a las pérdidas y situaciones de dolor y sufrimiento; psicoeducar en los conceptos de empatía y compasión.

Trabajar en habilidades sociales: comunicación asertiva, solución de conflictos, uso del humor, trabajo en equipo.

Entrenamiento en mindfulness: manejo del estrés. Implementar la importancia de practicar mindfulness con el fin de entrenar a los médicos en la atención presente en cada uno de sus espacios. Diferenciar su espacio laboral, del personal. Regular las emociones. Identificar recursos para fortalecer la resiliencia. Trabajar la compasión y el agradecimiento. Desarrollar habilidades metacognitivas, utilizando el observador imparcial que les permita encontrar una respuesta coherente que les de tranquilidad y calma frente a la adversidad.
– Actividades recreativas y lúdicas: hacer ejercicio en casa adaptado a la situación (con clases online), leer, bailar, jugar con los chicos. Trabajar sobre objetivos a corto y largo plazo.

– Contención familiar o social: mediante la técnica de ventilación, que puedan conversar de modo general, con el fin de contenerse, regular sus emociones, y ser comprendido por el otro, logrando continuar con la rutina diaria.

– Intercambio entre colegas con el objetivo de aliviar la carga emocional, intercambio de opiniones frente a casos difíciles, buscar el apoyo interdisciplinario. Con técnicas de defusing y de biefring creadas por Mitchell a finales de los años 70, son estrategiasde apoyo psicológico utilizadas para paliar y prevenir las consecuencias psicológicas de los incidentes críticos. El objetivo es proveer apoyo y compañerismo a los más afectados por el incidente.

Importancia de los valores en el manejo del estrés: es tranquilizador saber qué valor nos va a dirigir y fortalecer en situaciones estresantes. Siendo éste fuente de energía para activar en cualquier momento (Dall’Occhio, 2018). Reconocer los valores, nos lleva a proponernos nuevos objetivos. Frente a un incidente crítico, resulta necesario plantearnos nuevas metas a corto y largo plazo.

Para concluir, cultivar resiliencia puede conducir a la mejoría en la salud mental, a profesionales más productivos, repercutiendo en una mejor salud para los pacientes.
En las instituciones de salud, es importante generar programas de prevención y diagnóstico temprano, donde se prepare anticipadamente a los profesionales con técnicas y estrategias para fortalecer la resiliencia individual, comunitaria y existencial.
Entrenarlos anticipadamente, así frente a un incidente crítico, les permitiría contar con losrecursos necesarios para cuidarse. Para lograr encontrar un espacio físico como temporal que permita la expresión genuina de las emociones.

Esfundamental realizar programas donde se brinde apoyo de regulación emocional, a fin de lograr una cultura sanitaria donde su lema sea: “cuidarse para cuidar”.
Copyright © SIIC, 2020 

Bibliografía
Acinas, M.P. (2012). Burn-Out y Desgaste por Empati´a en profesionales de Cuidados Paliativos. Revista Digital de Medicina Psicosoma´tica y Psicoterapia de la Sociedad Espan~ola de Medicina Psicosoma´tica y Psicoterapia, 2, 4: 1-22.
Dall’Occhio, M. (2018). Emociones y Soluciones. Terapia de Activación Emocional EAT. Buenos Aires, Argentina: Editorial Akadia.
Figley, C. (2002). Compassion fatigue: psychotherapists’ chronic lack of selfcare. Journal of clinical psychology, 58(11), 1433-41.doi:10.1002/jclp.10090 Greenberg, L.S., Paivio, S.C. (2012). Trabajar con las EmocionesenPsicoterapia. España: Editorial Paidos.
Joinson, C. (1992). Coping with compassion fatigue. Nursing, 22 (4):116-120.
Klersy, C., Callegari, A., Martinelli, V., Vizzardi, V., Navino, C., Malberti, F., Tarchini, R., Montagna, G., Guastoni, C., Bellazzi, R., Rampino, T., David, S., Barbieri, C., Dal Canton, A. y Politi, P. (2007). Burnout in health care providers of dialysis service in Northern Italy – A multicentre study. Nephrology Dialysis Transplantation, 22: 2283–2290.
Mesa de la Torre, E., Ga´lvez, A., Calvo, M.A., Va´zquez, M.D., Castilla, R y Luque, A. (2005). Valoracio´n del riesgo psicosocial en las enfermeras de nefrologi´a de los hospitales de Sevilla. Revista de la Sociedad Espan~ola de Enfermeri´a Nefrolo´gica, 8 (4): 266/271. Lynch, S. H., & Lobo, M. L. (2012). Compassion fatigue in family caregivers: a Wilsonian concept analysis. Journal of Advanced Nursing, 68(9), 2125–34.
Rosemberg, A. (2020). Cultivanting Deliberate Resilience During the Coronavirus Disease 2019 Pandemic. JAMA Pediatr. Publicado en línea el 14 de abril de 2020. doi: 10.1001 / jamapediatrics.2020.1436.
Smart, D., English, A., James, J., Wilson, M., Daratha, K. B., Childers, B., & Magera, C. (2014). Compassion fatigue and satisfaction: A cross-sectional survey among US healthcare workers. Nursing & Health Sciences, 16(1), 3-10. doi:10.1111/nhs.12068